martes, 16 de febrero de 2010

Notas de viaje en zorra de via - César Guillen - Iván Juárez

Les dejo el comienzo de este libro que fascinante de una aventura ferroviaria, quienes deseen leerlo completo pueden solicitarlo en comentarios y se lo alcanzaremos previo permiso del autor.




Introducción a las crónicas y recuerdos
de un viaje en zorra de vía.


César Guillén e Iván Juárez son dos ferroviarios del sudoeste
bonaerense. César e Iván son dos emprendedores a los que le fascinan
las hazañas repletas de kilómetros, desiertos y grasa ferroviaria. César e
Iván son -según propias palabras- dos locos soñadores.
Se dice popularmente que a los locos se les arriman los perros y los
niños. Además, a estos dos amigos que comparten la pasión por las vías
ferroviarias y un extraño enamoramiento por las zorras de vías, se les
acercaron muchos otros compañeros de viaje.
Los viajes en zorra de vía -esos pequeños vehículos ferroviarios
comunes en las películas filmadas en blanco y negro- emprendidos por
estos dos hombres y sus compañeros de vía, contienen un sentido
simbólico enorme. Allí se engloban historias personales vinculadas con
el ferrocarril, el placer por viajar y la intención de demostrar que con el
más rudimentario de los vehículos ferroviarios, es posible comunicar
miles de kilómetros en la Argentina. Para quienes relatan estas páginas
existe una necesidad imperiosa de recomunicar el interior de nuestro
país mediante el ferrocarril. La obstinación llega a un punto tal que
entre 2007 y 2008 llevan recorridos más de 3000 kilómetros en la
Argentina y Chile. Pero esta obstinación no parte sólo de sus
admirables pasiones, sino también de un fundamento racional que se
puede verificar en sus anécdotas de viaje y sus recuerdos de un tiempo
en el que los ferrocarriles intercomunicaban gran parte de nuestra
nación.
Leer estás páginas reviste una invitación a la aventura, a la memoria y
nos aborda a un mundo de pequeñas ruedas que intentan resucitar y
rescatar en palabras y acción un país del interior que cambió, pero que a
su vez resiste y empuja para volver a intercomunicarse.
Así como los cuerpos con las arterias tapadas u obstruidas corren el
peligro de morir, al territorio desvinculado le ocurre lo mismo. Para el
geógrafo brasileño Lobato Corrêa el espacio se encuentra sujeto a
constantes procesos de fragmentación y remembramiento. Corrêa
afirma que “el territorio es la construcción físico social, sobre una
naturaleza ya dada, del sistema de soporte materiales de una sociedad
concreta, como expresión y síntesis históricamente fechada,
cambiante, dinámica, contradictoria; con múltiples determinaciones
económicas, sociales, políticas y culturales. Sus formas constitutivas se
modifican constantemente en función de las transformaciones
estructurales y coyunturales de la sociedad, en un continuo,
movimiento dialéctico de totalización y fragmentación sucesiva y
simultánea”
De este modo, podemos concebir al territorio como el esqueleto de
partes interconectadas e interdependientes que componen un sistema
que nos configura tanto un mapa plano de trazas e instalaciones de
elementos y cosas, como uno de acciones humanas concretas y
simbólicas.
En este sentido, el viaje en zorras constituye una acción simbólica con
peso fuerte; tanto para quienes lo realizaron, como para quienes nos
acercamos a esta gesta desde el relato.
Miles de habitantes de los pueblos del interior, ven todos los días pasar
enormes trenes de carga, que llevan mercadería hacia nuestros puertos
y de allí hacia el mundo a la forma de caños móviles que extraen
nuestras riquezas. Sin embargo, hace tiempo ya que muchos de estos
pueblos se encuentran aislados en sus propias interacciones humanas,
personales y afectivas más simples. Sencillamente porque, muchos de
estos pueblos, quedaron aislados unos de otros a la forma de islas
solitarias. En este contexto, sólo algunos habitantes que resisten
convencidos o quienes mantienen fuertes lazos con el territorio se han
podido quedar. Muchos otros debieron emigrar a las ciudades. Así,
nuestra pampa, nuestros desiertos y esos pueblos alejados de las
autopistas y los centros de consumo, quedaron solos, aislados y en
algunos casos abandonados a la gracia siniestra del destino del mercado
de capitales reinante y a los diabólicos resultados de la oferta y la
demanda.
César e Iván, dos hombres obstinados, perseverantes, tenaces y hasta
quizás hartos de nuestras desigualdades territoriales, decidieron
emprender esta forma de protesta y reivindicación: el viaje como
símbolo concretado, como modo de demostrar que con la voluntad es
posible volvernos a reconocer como nación integrada. Tanto entre las
autopistas como en los solitarios parajes alejados.

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